Mateo mira el cuadernillo y con la ayuda de su madre y su hermana responden atentos a las consignas de la “tarea” que le mandaron de la escuela. Tiene el entusiasmo renovado no solo porque está en primer año del Nivel Primario, sino porque su familia está centrada en ayudarlo. Y en él, más que en nadie, se materializa esa idea de que los adultos habilitan y sostienen esas ganas de aprender.
Delfina, en cambio, extraña encontrarse con sus compañeros de la promo, y aunque hablan todos los días, no es lo mismo. Como no salen tanto, los memes se han vuelto repetitivos y están hablando de las actividades que mandan los profes, y bajan las bibliografías y miran los videos. ¡Hasta habla por videollamada casi todos los días con la preceptora!
Nazareno, en medio del campo y con la cantidad de tareas rurales, tiene reservada unas horas del atardecer para completar actividades y mandarlas a su profe en la ciudad, aunque muchas veces le manda partes para revisar y volver a pensar y escribir. Sus padres le preguntan todos los días como va la escuela… y él también es el encargado de ayudar al hijo del otro peón, que es más chico, y que viene todos los días a hacer “los deberes”.
Aun cuando hablemos de algunas historias que nos traen al paradigma de la continuidad pedagógica, hay otras como la de Martín: que aun recibiendo propuestas de actividades, está solo parte del día; a veces se escapa de la casa y anda por las calles con la excusa preparada de ir a la farmacia a comprar un remedio… por si lo paran los del control. Nunca supo si le gustó la escuela. En realidad nadie le ha preguntado. Y pese a todo hoy va a sexto año de primaria. ¡Por fin termina! Ahora la pandemia le ha dado la razón para no ir a la escuela. La maestra le reclama las actividades, pero él es quien tiene el único celular de la casa. “Cada casa es un mundo…” se me aparece en la mente como un manto de piedad ante mi conciencia por la pasividad ante el caso de Martín, y otros tantos que andarán por ahí.
Manteniendo vivas las escuelas, como titiriteros escondidos a la distancia social impuesta, están quienes generan, crean y repiensan sus propuestas didácticas y las clases a lo que hay disponible. Hay docentes por jubilarse, otros nuevos. Algunos saben más de recursos tecnológicos pero las familias de sus alumnos no; y hay otras familias que le sugieren cosas. Muchos se enfrentan por primera vez a un aula virtual de la que solo han escuchado en charlas y para la que se creían menos preparados. Y respiran satisfechos cuando van viendo como poco a poco lo extraño se vuelve cotidiano y se va naturalizando. La directora va proponiéndoles ayuda. Y hasta están trabajando con un especialista que por video conferencia les explica cómo hacer más fácil lo que parecía imposible. Y ahí van con música y plástica, con educación física. Vamos todos haciendo no solo lo que puedo, sino lo que podemos. Y aparecen propuestas, cuadernillos, bibliotecas virtuales gratis, y los cuentos viajeros…
Pero Martín sigue dando vueltas en mi cabeza. ¿Cómo podría traerlo a la escuela cuando la escuela está en su casa? Tal vez hablándolo con mis colegas alguien pueda decirme algo que me oriente para que retome sus clases. Quizás la respuesta esté más cerca de lo que pienso. Y solo necesito tomar distancia. Por ahí lo que necesita es que como Mateo, Delfina y Nazareno aparezca alguien que crea que él puede, que le pregunte si necesita ayuda, que le explique acortando la distancia. Alguien que quiera que vuelva a la escuela, aunque la escuela este en su casa. Porque si algo ha dejado en claro esta pandemia es que los edificios escolares albergan la escuela, pero la escuela la hacemos las personas. Y Martín necesita comenzar las clases.
Tal vez usted tenga un alumno así, o un compañero suyo y necesita quien se ponga a su lado a pensar propuestas para seguir con las escuelas abiertas, o para volver a abrir otras. Cuente con nosotros. No sabemos más ni menos que usted, pero juntos vamos a pensar alternativas para sus alumnos y sus familias.
No naturalicemos las escuelas cerradas. Abramos todos los días las escuelas. Los CIIEs están abierto para todos los docentes, y lo mejor, puede tenerlo en su casa.
Los equipos de los CIIEs de la Región 24.